1º Viaje Grupal 2014

Una experiencia inolvidable

VIAJE GRUPAL A BÉLGICA Y HOLANDA

Por Federico Arias

Allá por el año 2010, en una charla entre amigos, Juan Carlos Lucchesi, por entonces campeón de gran fondo del abierto que organizamos durante cinco años consecutivos, me dijo “¿sabés que tenes que organizar? Un viaje a Bélgica, a la cuna de la colombofilia. Hay gente que quiere ir pero necesita que le simplifiquen la vida con el idioma, los recorridos, la coordinación de las visitas, etc.” Recuerdo que le dije que me parecía más que interesante, pero lo dejé pasar. Transcurrieron dos años, y se me vino a la mente la posibilidad de concretar una experiencia de ese tipo. Necesitaba hacer un sondeo, y al primero que se me ocurrió comentarle, fue al por entonces compañero de comisión directiva en la F.C.A. Pedro Goldenberg. Su respuesta automática fue un claro y contundente “metele para adelante, yo voy”, que por si fuera poco, a los pocos días, se amplió a “¿tenés novedades? Mirá que de acá de Pehuajó y alrededores ya hay varios interesados”. Claudia, su esposa, bien recordará, desde el vamos se sumó, redoblándome la apuesta, que implicaría a su vez, contemplar actividades conjuntas y otras específicas para las acompañantes de los colombófilos.

Y así fue como se gestó esta idea, con el asesoramiento de la gente de MUV, la agencia de viajes que le fue dando forma a nuestras locuras y pretensiones, demostrando a fin de cuentas su excepcional trabajo para que todo saliera de maravillas.

Finalmente, con vistas a pasar unos días de ensueño para todo colombófilo, partimos desde Ezeiza en febrero del 2014 un grupo de veintiocho personas: Hernán y Claudia Ascaini, Juan Carlos y Nélida Pasturini, José y Susana Carreño, Oscar y Gloria Baztarrica, Pedro y Claudia Goldenberg, Pocho y Norma Goldenberg, Osvaldo, María Amelia y Rocío Molins, Jorge y Luisa Anziani, Alejandro y Viviana Monetti, Esteban Redondo, Román Bortel, Aldo Vitola, Raúl de la Torre, Adolfo Mariani, Adrián Foncubierta, Niki Perez, y finalmente, María Eugenia y yo.

Algunos nos conocíamos de antes, otros recién en el Aeropuerto, en todos los casos, primó la cordialidad y hasta una gran unión en el grupo conformado.

Llegamos a Franckfurt, Alemania, donde se nos presentó un inconveniente no esperado. Un paro del personal de seguridad aeroportuaria hizo que se suspendieran todos los vuelos, entre los que se incluía, al parecer, el nuestro con destino a Bruselas. En rigor de verdad, el vuelo salió, pero no pudimos llegar a tiempo a la puerta de embarque. Un caos, que pudimos salvar consiguiendo pasajes en el tren de alta velocidad, que salía del mismo aeropuerto, hacia el destino que teníamos previsto. Perdimos unas horas, pero de pronto, estuvimos viajando en un tren a casi 300 Km./h., que ni se sentían en su interior. Era como volar, pero a ras del suelo.

Llegamos a Bruselas, y desde allí partimos en el bus alquilado al hotel, ubicado en Amberes, donde haríamos “base”, en el IBIS Hotel. Largos dos días circulando, todos aprovechamos para cenar y luego descansar, preocupados por cuanto nuestro equipaje había quedado “varado” junto a otras 20.000 valijas en Franckfurt, supuestamente. Chequeos de por medio, con nuestra agencia de viajes trabajando desde Córdoba, y el personal del hotel colaborando para hacer las comunicaciones, ubicamos las mismas en el Aeropuerto de Bruselas, y pedimos que nos las enviaran al hotel, cosa que efectivamente se concretó rápidamente.

Al día siguiente de nuestro arribo, ya teníamos nuestras recorridas. Las damas, con un paseo con guía en español por el casco histórico de Amberes, una ciudad de unos 500.000 habitantes, prolífera por sus industrias, su gran puerto y por supuesto por el mercado de diamantes.

Los colombófilos nos encontramos con nuestra buena amiga Martha Van Geel, que ofició de traductora, y nos fuimos al palomar del gran campeón André Roodhooft, que también habla, y muy bien, nuestro idioma.

André nos recibió con las más cálidas atenciones, junto a su esposa. Improvisó algunos conceptos de cómo cuida y entrena para concursos de Semifondo y Fondo, en los que se especializa. La mayoría de lo que señaló luego fue motivo de sus artículos en Pigeon Rit, que hemos ido publicando en las páginas de El Mensajero y Argentina Colombófila.

Sus instalaciones cuentan con las mayores comodidades, y es un amante de la simplificación de las cosas. Sus voladoras, aún fuera de temporada deportiva, no estaban en sus palomares de vuelo, sino en amplias voleras, con comederos tolva ubicados fuera de las mismas, pudiendo proveerles el alimento desde el exterior, sin necesidad de entrar.

Entre prestigiosos premios y trofeos guardados en sus vitrinas, divisamos inmediatamente un Centro República, señal de su buen recuerdo de sus dos visitas a la Argentina.

Tras almorzar con André, nos trasladamos al palomar de especialistas en gran fondo, los Hnos. Desbuquois, localizado en Kapelle-op-den-bos, pequeño –como la mayoría de las localidades belgas – poblado de la Pcia. de Amberes.

En el camino, tomamos dimensión de la colombofilia belga y su grado de afición, aún hoy, cuando son el 10% de lo que llegaron a ser hace 70 años. Era impresionante divisar palomares por doquier, en las zonas semiurbanas como las urbanas. Todos de similares características, hasta los contábamos y competíamos para ver quien los descubría antes. Ni que hablar de los que no nos dimos cuenta, por ejemplo por estar en los áticos de las casas, que no hay señales desde el exterior de que son palomares. Amberes es la segunda provincia belga en cantidad de colombófilos. Por un momento imagínense, tiene la superficie del aglomerado que conforman la Capital Federal y el Gran Buenos Aires, y hay registrados 5000 colombófilos que anillan 300 mil pichones.

L o que no veíamos con frecuencia, era bandadas volando, a pesar de que pronto iniciaría la temporada de vuelos de velocidad, y que los días en que estuvimos, mayoritariamente fueron soleados y agradables. El belga las tiene encerradas en la mayor parte del día, y cuando las suelta, no es de exigir un vuelo sostenible como acostumbramos en Argentina, sino que les permite asentarse y descubrir “la forma” en las actitudes de los machos, el sexo predominante para concursar.

Los Desbuquois son fanáticos de Barcelona. No hace falta hablar de sus palomares, en las fotos se contempla, son de amplias dimensiones, incluso su reproductor cuenta con voleras de amplio tamaño. Al interior de cada palomar, se veían pocas palomas, con paja en el piso en abundancia y oscuridad. Un ambiente preparado específicamente para mantener a los viudos en celo pero a la vez tranquilos.

En el concurso internacional más famoso, han obtenido el 1º lugar nacional en el año 2006, al igual que otros resultados destacados, tanto desde su palomar, como desde otros palomares con ejemplares de su origen. En el momento de nuestra visita, acababan de cerrar una subasta por internet que en promedio, arrojó ventas por 3000 euros la paloma.

Por la tarde-noche, fue la ocasión para asistir a la fiesta denominada “Gouden Duif”, organizada por el periódico semanal “De Duif”. Unos 500 asistentes dando rienda libre al jolgorio y a la cerveza, eran el marco de esta fiesta a lo belga. Se remataban pichones, se entregaban trofeos a referentes del país anfitrión pero también de países vecinos, y hasta estaban presentes delegaciones del este asiático, los clientes preferidos de los belgas imbuidos en el comercio de palomas.  Todo organizado. A tal punto, que dos días después del evento, teníamos en el lobby del hotel 30 ejemplares del periódico de esa semana, en el que se hacía mención a nuestra presencia en tan importante evento social.

Al siguiente día nos subimos al bus el grupo entero, para visitar Lier. Esta pequeña y pintoresca ciudad, que tiene uno viejo reloj astronómico: data del año 1930.

Pero lo más llamativo de esta ciudad, es lo que ocurría ese día domingo durante la mañana en su plaza central: el “Mercado de Lier”. Una feria de palomas. Unos 100 colombófilos belgas, pequeños criadores, con su canastita, pedigríes –simples ó rimbombantes- y pichones en venta a 20, 30, 50 euros, según el caso. Había de todo: muchos bien criados, algunos no tanto, variedad de colores, algunos muy chiquitos. También algunas adultas para reproducción. Otros, vendían canastos, comederos, bebederos, trofeos, recuerdos alegóricos, viejas publicaciones, relojes, y hasta anillos belgas a 1 euro, con su respectiva tarjeta de propiedad. La plaza estaba llena, a pesar del frío. Se respiraba colombofilia. Nosotros, sorprendidos de este espectáculo, lo disfrutábamos y hasta hacíamos algunas compras.

Seguimos nuestra agenda y fuimos directo a la Estación de Cría Natural, fundada en 1955 por los Hnos. De Scheemaecker. 7000 palomas reproductoras distribuidas en 55 amplios palomares (con grandes casilleros para los nidos, y parrillas tanto en ellos como en los pisos, cada uno indicando el origen de las palomas que lo poblaban, es decir, viejas razas mundialmente conocidas: Aarden, Bostijn, Bricoux Cattrysse, Delbar, Fabry, Grondelaers, Janssen, Sion, Stichelbaut, entre otras. Puede decirse que fue el único lugar donde se hablaba de estos orígenes, muchos de ellos habitualmente mencionados en nuestro país. En los palomares europeos, normalmente, la alusión a los antecedentes de sus reproductoras se remite a colombófilos contemporáneos, y no a las líneas de hace 50 ó más años. Exceptuamos de esto al palomar Norman, en el que se habló de la línea Stichelbaut como uno de sus pilares, vale decir, este palomar tiene más de 100 años en actividad.

En la Estación de Cría hasta había un palomar destinado a palomas blancas. Se reproducen unos 20 mil pichones por año, que se distribuyen principalmente en Bélgica, Francia, Alemania e Inglaterra, aunque también se exportan a otros países donde son muy requeridos. El precio de los ejemplares es de 22 euros, muy accesible por cierto. También se ofrecían productos e implementos, y visitamos el Museo de la Colombofilia, que incluye todo tipo de relojes, publicaciones y hasta un palomar móvil. A este Museo, se ha adicionado recientemente el living y dos palomares que pertenecieron a los Janssen.

André Roodhooft ofició de anfitrión, al igual que el Sr. Joseph De Scheemaecker, dueño de la firma, quien inmediatamente nos señaló que una vez que pueda hacerse factible el ingreso de palomas belgas a la Argentina, Natural donará 10 pichones a la F.C.A. Buen gesto. Incluso nos sacó una fotografía grupal, que luego fue publicada en Pigeon Rit, la revista de tapas verdes famosa. Segundo buen gesto.

Fue el turno de visitar el palomar mediofondista de Van Elsacker-Jespen, de Schilde, también dentro de la provincia de Amberes. Nuevamente quedó en evidencia la afición belga. En la casa del vecino de nuestro anfitrión, había otro colombófilo. La relación entre ambos era respetuosa aunque distante, así es la forma de ser de un belga. Aunque hay que rescatar la cordialidad y atención con que nos recibían, con bebidas, chocolates, aún sabiendo que no íbamos con la intención de adquirir ejemplares en esta oportunidad, por lo difícil de traerlos al país.

La tarde se hacía noche y el frío se hacía sentir, finalizamos una nueva jornada de recorridos, y dimos paso a la cena en una “Parrillada Argentina”, en el centro de Amberes. Las pastas fueron otra de nuestras predilecciones.

El lunes 24 de febrero nuevamente en grupo completo nos fuimos a Brujas, con el guía español. Un sitio que vale la pena visitar si uno está en Bélgica, ideal para comprar chocolates o recuerdos en su principal calle comercial.

Luego llegamos a los imponentes palomares de la flia. Norman, que compite todas las distancias y se destaca en fondo, a la vera de una transitada ruta. Gran recepción y recorrida de los palomares, cerrados, con un meticuloso sistema de ventilación e higiene.

Estábamos tan cerca de la costa belga, que nos dimos una vuelta por Knokke, una ciudad de veraneo, de cierta exclusividad, al menos locales de famosas marcas de ropa y calzado se veían en su centro. No falto que bajáramos a la playa y contemplar el mar. Estábamos en el oeste belga, pero en apenas una hora habíamos atravesado la mitad del país y llegado a Amberes, en la zona central.

Al día siguiente emprendimos viaje hacia el cuadrante este. La primera parada fue en As, Limburgo, donde nos esperaba Jos Thoné. Qué lugar tan especial y soñado para un colombófilo. Jos nos mostró sus palomas de velocidad –blancas-, sus 4 casales consagrados – que nos permitió tener en manos-, todo esto en casa y palomar frente a su domicilio, también de su propiedad. Allí hizo colocar un mural en homenaje a su suegro, Tomas Peeters, de quien se hizo de grandes palomas que lo consagraron un campeón mundial. Se nota que Jos es un colombófilo muy inteligente, que analiza e implementa medidas que suelen ser consideradas revolucionarias en Bélgica, donde reina un tinte más conservador en la mayoría de los colombófilos.

Después nos cruzamos a su casa, para visitar su palomar volador, en forma de L, de dimensiones iguales, aún superiores, a lo que es un colombódromo típico. Por supuesto con diferentes secciones para diferentes fines, ya fuere para los pichones, para los viudos, las hembras de los viudos, y su propio lugar de estar, allí donde ha pasado tantos momentos con Carlos Márquez Prats.

Continuamos la gira hacia Ransdaal, en el sur de Holanda, para ir a la Estación de Cría Simons. Los Simons son propietarios de un palomar que tiene buenos resultados a nivel deportivo, y han construido a la par un palomar de cría, con pocas líneas de origen pero reconocidas, lo que les permite pretender un precio por pichón de 50 euros. Disponen unas 200 parejas de cría. El lugar incluye un mercado con mezclas y productos, e incluso atiende periódicamente el Dr. Henk De Weerd, quien llegó  para saludarnos y contarnos sobre sus productos y forma de analizar palomas.

Recorrimos brevemente Lieja, de nuevo en territorio belga, y volvimos a Amberes.

Al día siguiente nos dirigimos a Deerlijk, junto a Martha. El propósito era visitar a Etienne Devos, el colombófilo que crió y tuvo tantos éxitos con su famoso Kleine Didi. Pero su esposa nos comentó que estaba internado, así que quedó trunca nuestra visita. Lamentablemente, un año exacto posterior a ese día, Etienne falleció.

Martha reorganizó rápidamente nuestro tour y fuimos a la planta fabril de Versele-Laga. Impresionante. Una fábrica de elocuentes dimensiones, donde se producen mezclas para palomas –de múltiples composiciones-, y también para otros animales pequeños, de Bélgica e innumerables países a los que exportan. Conocimos, por primera vez, el maíz negro, una variedad ofrecida por Versele, originaria de Ecuador. Adicionalmente, esta firma mediante Oropharma, ofrece productos veterinarios.

Desde Deinze, donde está la fábrica, nos fuimos a Ouwegem, en Flandes Oriental. Nos esperaba Luc Van Coppenolle, especialista en concursos de larga distancia. Luc y su esposa cayeron de lo más simpáticos a todo el grupo. La simpleza, instalaciones de cierta similitud (en dimensiones, construcción, detalles) a las nuestras, la dedicación y forma de ver el deporte, fueron todos aspectos en gran parte coincidentes con la visión que tenemos los argentinos.

Fue el turno de Chris Hebberecht, de Evergem, también en Flandes Oriental, la provincia belga con más afiliados activos, unos 7000, en su mayoría velocistas. Chris estaba estrenando nuevo palomar –en el que no faltaba la radio prendida en forma permanente-, al que adaptó sus palomas adultas, las que le vienen dando méritos remarcables en fondo, de hecho ha sido Campeón Nacional de la especialidad, y a nivel provincial tiene varios títulos del estilo. Su palomar está entre los mejores del país, actualmente y en los últimos años. Sonriente recibió un ejemplar de Columbas y luego nos llevó a conocer un Club Colombófilo, en el que habitualmente compiten unos 20 a 30 colombófilos, en concursos que no superan los 300 Km. No era temporada de carreras, de manera que el lugar de encanastamiento estaba dedicado a una especie de juego de bochas.

Al día siguiente nuestro destino grupal fue Ámsterdam, en Holanda, una ciudad muy modernista, con sus innumerables canales de navegación, sistemas de drenaje e incontables bicicletas, el medio elegido para movilizarse masivamente. En el camino vimos campos de unas 50 hectáreas, lo máximo que tiene una explotación en ese país, el doble de lo que tienen en Bélgica.

El viernes regresamos a Holanda. Esta vez, nos dirigimos a Nieuw-Vossemeer, donde vive Martha Van Geel y su atento esposo. Martha se especializa en Gran Fondo, con su línea del “Dolle” (ejemplar que en 1975 obtuvo un 3º desde St. Vincent y poco después, igual puesto desde Dax), generada por su primer marido ya fallecido, y que en 1989 le permitiera concretar la subasta de mayor importancia hasta entonces. Concursos como San Vincent, Marsella, Pau, Barcelona, son de su preferencia. Todos los años obtienen algún buen resultado en su región o a nivel nacional, como por ejemplo días atrás de cuando redacté este artículo, obtuvo el 15º Nacional desde Barcelona, con su macho “Quasimodo Boy”. Como era de suponer, el ejemplar es de color overo, tal como predomina en sus palomares.

El tour continuó con un fugaz almuerzo típico de Holanda (sopa y una especie de sándwich), y desde allí nos trasladamos a una zona rural del sur holandés, muy húmeda, cercana a Strijen, donde está el palomar de A. P. Overwater, especialista de gran fondo. Sus antecedentes en la materia son significativos, especialmente en la ZLU, la organización de concursos de larga distancia de Holanda por excelencia. En 2014, por ejemplo, obtuvo el 9º puesto en el Internacional de Barcelona, entre más de 20 mil palomas.

Intercalando colombofilia con turismo, llegó el momento de distendernos y recorrer el puerto de Rotterdam, el más importante de Europa, en un agradable barco. En ese momento, si bien no había terminado el viaje, al ver a los colombófilos y sus familias disfrutando a pleno la recorrida, sentí que había cumplido con sus expectativas.

Desde Rotterdam regresamos a Amberes a la vera de la costa holandesa, la llamada Oosterschelde en la provincia de Zeeland, aprovechando para conocer las impresionantes obras de ingeniería que le permiten a este país hacer frente al bravío mar del norte. También atravesamos un túnel de una extensión de casi 7 Km.

Una vez más salimos el sábado en el bus, nuestro móvil para esta aventura colombófila, que nos permitió recorrer en los días que estuvimos, casi 1800 Km. para nuestras diversas visitas programadas.  En esta oportunidad el destino fue Utrecht, al noreste holandés, donde tenía lugar la Exposición y Feria Colombófila de Houten. El gran salón, se llena de unos 200 stands colombófilos, con todo lo que el colombófilo necesita, desde la espátula para limpiar, hasta un palomar completo, prefabricado. Incluso hasta una asociación puede llevarse un transporte para palomas. Todo lo disponible en el mercado de palomas estaba allí presente. Un movimiento enorme de gente, que con bolsas repletas de implementos, productos, novedades –incluidos los argentinos- salía de la feria satisfecho. Nos encontramos con los Verkerk, con quienes dejamos pendiente una próxima visita a su nuevo palomar. Era el supermercado de la colombofilia, y nosotros, los felices compradores. El viaje grupal comenzaba su etapa final.

Al día siguiente, libre en el cronograma de actividades, algunos aprovecharon para recorrer Amberes –que los varones veíamos solamente de noche, ya que salíamos por las mañana a recorrer palomares y regresábamos por la tardecita al hotel-, otros para visitar amigos colombófilos, alguno que se fue a Londres, y otros que nos tomamos el tren a París, a conocer esa gran capital del mundo. Estábamos en Europa, y quisimos darnos el gusto.

Día lunes 3 de marzo del 2014, fue la instancia de una corta recorrida del centro de Bruselas, y luego tomar el avión desde su aeropuerto hasta Franckfurt. En el aeropuerto de esta última ciudad, de dimensiones al parecer “infinitas” (corrimos, usamos cintas transportadoras, escaleras mecánicas, y hasta un tren dentro del aeropuerto), nos subimos al avión de regreso, algunos realmente agotados pero satisfechos de la larga travesía que tuvimos.

En Ezeiza, en el final del viaje, hubo un detalle que al común de la gente no le pasó desapercibido, y que fue señal de que en el vuelo recién llegado venían colombófilos: en la cinta por la que se entregan los equipajes, venían, entre bolsos y bolsos, nuevos y pintorescos canastos para palomas, que por supuesto, habíamos adquirido en Houten. Así somos, vamos por el mundo dando señales de nuestra gran pasión, las palomas. ¿Hasta la próxima? Que opinan…